Dra. Cecilia Martín Hoyos
Dr. Luis Ponce de León Barranco
¿Queremos una educación integral para nuestros hijos?
La mayoría de los padres y madres nos daría seguramente una respuesta afirmativa. Esta idea de una educación completa y equilibrada, en la que se presta atención al desarrollo del niño, incluyendo el ámbito intelectual, social, deportivo, artístico y humanista, está perfectamente representada en la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.
Nos hemos preguntado cómo es que la música y la educación musical pueden ayudar a un niño a desarrollar todas y cada una de sus inteligencias.
¿Qué pasa en la clase de música que hace que los estudiantes crezcan en todas las direcciones?
Hemos querido centrarnos en una metodología concreta de educación musical, como es el planteamiento de Edgar Willems (1890-1978). Willems plantea una educación musical accesible a todos los niños, idealmente desde edades tempranas. Al igual que en el aprendizaje de nuestra lengua materna, la impregnación precede a la práctica y a la conciencia. Se busca la alegría de descubrir el lenguaje de la música, logrando un desarrollo a nivel sensorial, afectivo y mental.
La pregunta sería, ¿qué relación hay entre las múltiples inteligencias y una clase basada en los planteamientos de Willems?
Al cantar con texto o jugar con los ritmos naturales del habla nuestra inteligencia lingüística entra en funcionamiento. Incluso cuando las palabras están ausentes en la clase Willems, cuando pedimos a los niños que escuchen contornos melódicos ascendentes y descendentes, siguiendo el movimiento melódico con sus manos, o cuando les pedimos que reconozcan e imiten sonidos, los alumnos están desarrollando habilidades fonológicas.
Especialmente hacia el tercer grado del planteamiento didáctico de Willems destaca el trabajo con patrones y secuencias propias de la música, que contribuyen al desarrollo de la “mente lógica”. Los niños aprenden a cantar los “ciclos de escalas” y recitan los “ciclos de los nombres” de las notas. Una idea musical breve puede ser cantada y repetida a distintas alturas, empezando cada vez en la nota sucesiva de la escala en orden ascendente, hasta que llegamos al motivo original. Estos “ordenamientos” ayudan a comprender el orden y la jerarquía presente en la tonalidad.
Los niños de cinco años representan gráficamente el movimiento sonoro, la duración del sonido, la intensidad y otros parámetros musicales, desarrollando su inteligencia espacial. Construyen mapas auditivos que se volverán progresivamente más complejos hasta convertirse en expertos navegadores de sinfonías y otras partituras de gran complejidad.
La inteligencia cinético-corporal se trasluce en la música, no sólo en la precisión y virtuosismo del toque instrumental, sino también en la plasticidad y flexibilidad de movimientos necesaria para transmitir el carácter de una obra musical, como hace un director de orquesta. En la progresión Willems el trabajo cinético-corporal, tanto de precisión como de expresión, está presente en todos los ámbitos rítmicos, en el movimiento corporal, así como en el trabajo preinstrumental con carillones y otros instrumentos. Las inteligencias personales, por la propia naturaleza emocional de la misma, forman el núcleo del arte sonoro. En la educación Willems, tanto la selección musical que hace el profesor para trabajar el movimiento corporal en las clases, como el favorecer la participación activa del niño para que se exprese musicalmente, a través de improvisaciones, canciones y movimiento, son aspectos fundamentales y totalmente ligados a las inteligencias personales.
Después de abrir una pequeña ventana a los “efectos transfer” de la música en el resto de las múltiples inteligencias nos preguntamos: ¿No deberían las autoridades políticas pertinentes tomarse más en serio la educación musical de calidad en los centros educativos?
Sin relegar a un segundo plano la belleza, la grandeza y el valor de la música por sí misma, que ya justifica su importancia en las aulas, cabría prestar atención a todos los beneficios que aporta una buena educación musical.
Por algo será que la mayoría de las universidades angloamericanas más prestigiosas tienen en cuenta la formación musical a la hora de conceder sus becas. ¿No será que piensan que los alumnos con una buena formación musical son personas que saben escuchar, empáticas, con alta capacidad de análisis y síntesis, predisposición para los idiomas, buena organización espacial, habilidosos corporalmente, con capacidad de automotivación, disciplina y sentido de la responsabilidad? ¡Quién no querría entre sus alumnos a personas con estas características!
Enhorabuena por el Articulo. Interesantísimo. Queda mucho por desarrollar aún en la educación, en especial el incorporar la música como elemento fundamental de la educación de nuestos hijos. Gracias